Quien se empecine en ignorar que ocurrió en la Argentina entre 1976 y 1983 puede seguir creyendo que el tercer gobierno peronista fue tumbado por haber llevado al país a una situación de caos. Desde luego que el cuadro era caótico, pero explicar por esa única vía el golpe del 24 de marzo parece algo más que un simplismo. Supone comulgar disimuladamente con la histórica doctrina del mesianismo militar. Los resultados del programa de Martinez de Hoz y el plan de la represión ilegal no deberían tolerar a esta altura una ingenuidad semejante.

La oportunidad del derrocamiento, tampoco fue casual. Tres meses antes hubo un frustrado levantamiento que permitió a los verdaderos conspiradores evaluar la capacidad de reacción, no solo del gobierno sino del conjunto de la sociedad (ya desde 1975 los obstetras del " Proceso" venían alfombrando el camino hacia el poder). Tambiín faltan pruebas para afirmar que el 24 de marzo de 1976 la mayoría era partidaria de la ruptura del orden constitucional. Parece más ajustado, en cambio, señalar la parálisis de la opinión y la tristeza resignada de la ciudadanía. El país se encontraba en apariencia, sin alternativas válidas ni proyectos convincentes. Además, escaseaban los protagonistas y sobraban en cambio los sujetos pásivos de la historia (algunos de estos sujetos hoy todavía siguen deambulando entre bambalinas detrás de la política Argentina). Sin embargo, no hay presteto para justificar semejante error que cometimos todos los argentinos, si tal cual usted lo lee, TODOS. Los argentinos solemos decir: "se rompió", como si nadie cometiera el pecado. Jamás la humildad "lo rompí". Ahora nadie expulsó y proclamó la expulsión del gobierno, a lo sumo admiten el deseo de alejamiento del poder de quienes lo gobernaban. -Si, fuí nuestra culpa-.

Luego, vino lo que todos hoy sabemos, los mítodos de represión implacables, la prohibición de las actividades políticas, el control de los medios de comunicación, la prohibición de la actividad gremial, la inestabilidad de los empleados públicos, la instrumentación de una política económica contraria a los intereses nacionales, la tortura, la desaparición de personas, los bebes robados, la desinformación, la generación de una cultura del miedo, se conculcó el derecho a la vida (fuí sancionada la ley 21338 del 5 de junio donde se incorpora la pena de muerte por fusilamiento), los secuestros, torturas, centros clandestinos de detención y medidas de terror como las llamadas "zonas francas". En fin caía sobre la Argentina una cortina de silencio mientras se destruía sistemáticamente nuestra sociedad desconociendo los derechos sobre los que ella se fundó, derechos que se inspiran en nuestra concepción de hombres.

¿Que me moviliza decir todas estas cosas hoy?-La posibilidad de transitar la democracia, que es la herramienta y el camino más seguro con que contamos para reconstruir nuestra cultura y nuestra conciencia social. Que los jóvenes no se pregunten ¿que pasó en la Argentina hace 33 años que hubo 30.000 desaparecidos?. Transmitir la memoria sobre la dictadura adquiere un peso significativo, ya que cuando un pueblo recuerda, en realidad decimos que un pasado fue transmitido a las generaciones contemporáneas y ese pasado transmitido se recibe cargado de un sentido propio, gestando así una fuerte conciencia colectiva: la de que nunca más haya violaciones a los derechos humanos. Nunca más se toleren las condiciones previas de violencia que resultaron el mejor pretexto para aplicar una política económica y social regresiva. Como sucede en la vida privada con las pírdidas más dolorosas y las experiencias límites, más allá de los daños irreparables que se han producido, la represión dejó un saldo positivo: la incorporación del -NUNCA MAS-.

* Ariel Otero
FRENTE DE UNIDAD Y RENOVACIÓN

Fuente: infoban.com.ar