Acodado en la mesa del cafí, casi desesperanzado, pero no vencido, me comentaba un viejo militante político: Todos los opositores al Gobierno se han puesto de acuerdo…, trabajan para que Cristina sea Presidenta, la Patria no cuenta hermano.
Ante esta contundente afirmación y sus pocas ganas de seguir hablando, me retirí prudentemente a reflexionar sobre sus dichos, tratando de encontrar el sentido a lo expresado y escribí lo que sigue:
Sabemos que Argentina ha entrado en un período preelectoral trascendente, en vistas a resolver quiín ocupará los próximos años el sillón de Rivadavia y cientos de cargos más en la órbita nacional.
Este proceso se ha trasladado y se repite en muchas provincias, ciudades y comunas de la geografía nacional.
Los partidos (o lo que queda de ellos) y agrupaciones políticas han empezado a velar las armas para la confrontación democrática, armando sus estrategias y avanzando en la definición de las candidaturas.
El oficialismo gobernante, casi como en una monarquía, ha elegido su delfín (o delfina en este caso) para que lo represente en la contienda.
Como en todo matrimonio legalmente constituido, a la cónyuge le corresponde el 50% de los bienes gananciales. Parecería que algunos entienden que el Ejecutivo Nacional integra esos bienes y el reparto de los mismos sólo se discute entre los esposos en el silencio de la alcoba.
En la vereda de enfrente, el arco opositor en sintonía con los tiempos corrientes, comienza lentamente a apurar sus definiciones en el armado de las estructuras operativas, candidatos, marcos de alianzas y demás urgencias electorales, juntando en muchos de los casos, el agua y el aceite.
Pero más allá de estos preparativos, la realidad marca que el Artículo 38 de la Constitución Nacional que reza: "los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático" ha pasado a ser casi un anacronismo o algo virtual, mientras aquellos se vacían de principios y contenidos políticos y filosóficos.
Su vida institucional se raquitiza al compás de los nuevos tiempos y los posibilismos electorales. Ya no hacen política, sino arquitectura o ingeniería electoral. Las trayectorias, posiciones y compromisos de los militantes que los nutrían, han sido sustituidas por imágenes, encuestas, capacidad de marketing y rating. La selección interna de los mejores ha dado paso a los grandes hermanos y bailando por un sueño o por un sueldo de la política.
Desde el Gobierno, satisfechos como nadie por los logros de su propia gestión, se anuncia el cambio que viene, aunque pocos saben cuál será, a la luz de los negros nubarrones que se vislumbran sobre el firmamento político-económico futuro.
El exitismo no les deja ver que producto de sus errores, torpezas, incapacidades, su poco apego a la institucionalidad republicana, la inseguridad desmadrada, los actos pocos claros o rayanos en la corrupción de algunos funcionarios, el Indec, valijas o bolsas de dólares nunca explicados, la persistente pobreza en un país que durante varios años ha visto crecer su producto bruto como nunca y otros hechos van generando desconfianza en amplios sectores de la comunidad. Estos casos por mencionar algunos, hacen bajar su cotización día a día, y pueden tornar incierto el resultado de las presidenciales.
No obstante, aunque parezca una paradoja, que de hecho lo es, el mayor capital electoral del oficialismo y su carta de triunfo, es la oposición.
Una oposición que si bien se ha unificado en torno a un discurso crítico a las desmanejos del Gobierno, no encuentra rumbos ni estrategias posibles para trasladar esta situación al terreno político y muchos menos al campo electoral.
Sin excepción toda la oposición coincide tozudamente en el slogan "yo o el abismo", lo que los inhibe absolutamente para generar espacios comunes, formas nuevas de participación y representación y la recreación de ideales necesarios para la regeneración de la política y los pactos de convivencia, que garanticen una digna calidad de vida para millones.
Casi todos, inmersos en una chatura intelectual y propositiva, se limitan a reproducir hasta el infinito las críticas a las "desprolijidades" del Gobierno, muchas de ellas investigadas por la justicia correspondiente, sin acertar en la elaboración de un programa que sanee la República, reafirme nuestro sentido de pertenencia y pergeñe otra Argentina posible.
En ese escenario de dispersión de esfuerzos e intereses y mal que les pese a quienes realizan las justificadas críticas al oficialismo, todo parecería indicar que Kristina podría ser consagrada Presidenta en primera vuelta.
Pensar en un Pacto de la Moncloa opositor que defina reglas de juego diferentes de cara al futuro es cuando menos imposible, mucho menos esperar respuestas alternativas al modelo de desarrollo imperante, basado en la exportación de commodities, consumo ilimitado, exclusión social y concentración de la riqueza delineado por la globalización.
No existe un pensamiento estratígico que se anticipe a las tendencias y problemas que se nos irán presentando en el futuro, en cuestiones ambientales, económicas y sociales.
La destrucción y apropiación de los recursos naturales, la transferencia económica hacia los países centrales, la emigración de recursos humanos y la incapacidad de generar tecnologías que eviten el pago de regalías, son hoy una constante que pocos quieren ver y mucho menos abordar, no sea cosa que el "mercado" se irrite y nos reste su apoyo.
Los más audaces a lo sumo podrán proponer emprolijar las desviaciones y los daños colaterales del sistema, nunca pergeñar e instrumentar alternativas soberanas que defiendan los intereses comunes.
En ese marco no es de extrañar la ausencia de un serio debate sobre problema ambientales que se yerguen cual espada de Damocles sobre los años venideros, mientras se sigue adhiriendo a paradigmas productivos del desarrollo sin límite y que pone a millones al borde de la desaparición.
Se gestiona en función de intereses predominantes, grupos, capacidad de lobby o el mercado, nunca en función de la Patria, la soberanía como Nación o el futuro.
En esa ceguera constante, tanto el Gobierno como el raquitismo partidario parecen ignorar que el Secretario de la Naciones Unidas Ban Ki-moon ha convocado a una discusión urgente tratando de generar un fuerte impacto político sobre las consecuencias del cambio climático, el que ya se hace sentir cada vez con mayor fuerza sobre el Planeta y que costará según analistas económicos de entre el 0,5 y el 1% del Producto Bruto Interno Mundial por año. Lo que en tírminos económicos es equivalente a la crisis de 1930 o las guerras mundiales.
A la par de estos pronósticos preocupantes, en la burbuja inmobiliaria y financiera mundial se comienzan a advertir grietas difíciles de tapar, que han sensibilizado los operadores económicos globales y deberían hacer prever consecuencias negativas en la marcha de nuestra economía.
No quiero terminar cargando solamente las culpas de nuestros representantes, pero sin pretender poner en un pie de igualdad a víctimas y victimarios, entiendo que la historia de los Gobiernos es tambiín la historia de las sociedades, ya que ambos se condicionan y tienen responsabilidades compartidas.
En esta panorama, Kristina cada vez encanta menos, pero las alternativas opositoras tampoco generan atracción y credibilidad y Argentina se parece cada vez más a un barco al garete.
Como afirmara Síneca: "Nunca hay viento favorable para el que no sabe a donde va".

Ricardo Luis Mascheroni
Docente e Investigador U.N.L.

Fuente: infoban.com.ar