Una fuerte manifestación al sonido de las cacerolas se produjo anoche en diversos puntos del conurbano, como -por ejemplo- frente a la misma quinta presidencial, y se escuchó con fuerza en la Capital Federal y el resto del país.
A diferencia de ípocas anteriores, cuando el reclamo era "que se vayan todos", ahora la propuesta se encamina a la inversa: que no se vayan.
Reclaman que los lugares en los que en realidad permanecieron casi todos, sea utilizado para abrir el diálogo franco y sin datos tergiversados, como aquel Power Point que el Presidente (del PJ) mostró a legisladores afirmando que el valor de la hectárea es de 15 mil dólares, tres veces más que el habitual. Diga que De Angeli arrienda, sino seguro que saldría a buscar kirchneristas o sindicalistas que le compren a ese precio.
Si bien algunas de las improvisadas y apuradas pancartas reclamaban la ida de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, eran los menos. La consigna que se fue extendiendo fue la del diálogo, reclamado a la primera mandataria.
Mientras Luis D´elía instaba a salir a las calles bajo el artículo 21 de la Constitución Nacional – pese a que la “colimba” fue derogada hace rato- para luego desdecirse, las calles se llenaron de “caceroleros” que poco saben de antinomias pasadas, de desabastecimientos magnificados, o de operaciones de prensa.
Para aquíl que el feriado del lunes lo encontró lejos de los medios o de su celular, de ísos a los llegan los mensajes de texto convocando para uno u otro lado, el cacerolazo sorprendió. Más aún si forma parte de esa extraña raza que prefiere no perderse entre los canales de cable.
El acusado canal 13 tardó más de 20 minutos en poner al aire escuetas imágenes de las calles llenándose de gente, y sólo Amírica transmitió en vivo las casi cuatro horas que duró. El 9 tenía a Guido Suller, que apareció minutos más tarde por Telefí junto a su hermana tratando de esquivar el muro. Y la Televisión Pública emitió un interesante documental con un economista explicando cómo se debe hacer la “redistribución”, en el horario del noticiero, que mostró como noticia la movilización de Gualeguaychú, como para balancear un poco un ratito apenas. Si alguno se lo perdió, a la medianoche lo repitieron (al documental).
Volviendo al canal del Grupo Clarín, puntualmente finalizado el noticiero, apareció en pantalla la historia de amor del portero con la portera. Mientras en la calle, el encargado del edificio seguía golpeando las columnas de alumbrado público, porque nadie le avisó que había cacerolazo y la urgencia de la protesta lo encontró en la vereda.
En la esquina estaba el tachero, que se bajó del “yeyo” porque no podía seguir avanzando y se prendió tambiín con lo que tenía a mano, sus manos. Mientras, sostenía un viejo Nokia 1100 entre oreja y hombro, y hablaba con alguien y le explicaba sus motivos: “que se yo, para que hagan algo”.
Y así miles de ejemplos similares, en las esquinas no televisadas, donde ni TN ni C5N mostraban una consigna que puede resumir en parte este nuevo estado de movilización, instando a Cristina a “asumir”. Si. No a que se vaya. A asumir su rol de Presidente como manda la misma Constitución que el vocero paraoficial no leyó.
Atrás quedaron los intentos de acallar el ruido con presencias prepotentes y quizá pagas. La Plaza de Mayo no será el punto de encuentro para los que se hacen escuchar con cacerolas, porque a los de Chaco, Gualegueychú, Córdoba, Tres Arroyos, Mar del Plata y tantas otras ciudades, les queda lejos. No les importa ese simbolismo. Porque no se trata de unos u otros, se trata de que en cada uno de esos lugares ya se sabe que la redistribución empieza por casa, y que si les quitan a los grandes, medianos y pequeños (no en ese orden) seguirán sin quitarle ni pedirle a los Monsanto, Cargiles y otras corporaciones exportadoras y finalmente el “modelo” seguirá siendo el mismo. Ese modelo que necesita nuevas fuentes de financiación, ese modelo que inauguraron Duhalde y Lavagna, que continuó Nístor Kirchner, y que parecería agotado, sin ideas nuevas.
A la Quinta de Olivos esta vez no llegaron los índices de Moreno ni los empleados del Indec, llegaron unos miles que descubrieron un infiltrado, lo corrieron y lo acorralaron contra los muros.
La policía fue la que terminó dando la nota: lo protegieron, lo metieron al patrullero –un Ford Focus maltrecho-, pero al patrullero no le llegó la redistribución, no arrancaba y tuvo que ser empujado, no sólo por los hombres de azul, tambiín colaboraron muchos de los “golpistas” que un rato más tarde se fueron a sus casas con las cacerolas abolladas.

Fuente: infoban.com.ar