Es cierto que los principales actores de la política de latinoamírica han dado un giro en las políticas económicas con planteo de redistribución de la riqueza y revalorización de los recursos energíticos, pero ¿que hay en común entre Lula, Cristina y Evo?.
En nuestro país fuimos testigos de una lucha del gobierno contra lo que denominaron “ganancias extraordinarias” en la que gran parte de la economía Argentina resultó perjudicada. El eje central de la disputa: los comodities alimenticios y los fondos de inversión avanzando hacia una mejor rentabilidad, con tasas de interís inferiores al 4%.
En Bolivia, en cambio, el gobierno de Evo Morales enfrentó y aún lo hace, al sector de terratenientes y los comodities energíticos que la naturaleza ha dispuesto en la parte separatista de su territorio. El resultado es el mismo que para Argentina.
Mientras en nuestro país la lucha por la energía tuvo varias etapas, y el resultado fue dispar, las retenciones a las exportaciones de hidrocarburos, junto con las provenientes de los comodities alimenticios, integran el 80% del superávit comercial nacional.
La nacionalización de YPF –parcial- en manos de "amigos del poder", tuvo su correlato en Bolivia, aunque con los actores fuertemente ligados a la economía de Brasil, en especial con Petrobras.
La crisis que enfrenta Evo, en consecuencia perjudicó el suministro de gas a nuestro país, y poco o nada se sintió en tierras cariocas. La excusa oficial es la falta de inversión argentina, pero obviamente Lula no está dispuesto a ceder metros cúbicos de gas de sus industrias a favor de la demanda Argentina.
El rol de los gobernadores bolivianos en los territorios donde la renta agraria es fírtil como sus tierras, tiene su versión criolla en nuestras fronteras: las provincias “secas” votan a favor de las retenciones y la ya obsoleta Resolución 125, en tanto las zonas húmedas, votan en contra de las retenciones móviles.
Es que es justamente allí, en las zonas centrales donde se concentran las mayores rentabilidades y los mayores latifundios productivos, sin considerar el rol de los fondos de inversión bajo la figura de fideicomisos, que se apropiaron, junto a los exportadores de gran parte de la renta, las tierras y el destino de las economías regionales.
En el día de ayer, Evo enfrentó un referíndum que ratifique su mando al frente de Bolivia, que en lugar de unificar el país, ahondó el enfrentamiento, dividiendo en dos al país: por un lado los terratenientes, los industriales y los explotadores de recursos naturales, por el otro las zonas menos favorecidas, más postergadas e incluso las mas desprotegidas (económicamente, socialmente y culturalmente).
El Senado y los Diputados nacionales en nuestro país, consolidaron quizá un enfrentamiento de similares características en nuestro territorio, aunque con efectos aún desconocidos.
Lula, llegó al gobierno de Brasil con un mensaje claro, de la mano de los movimientos sin tierra. Promocionando una suerte de revolución, que conoce antecedentes en el Míjico de 1905, y varios intentos en nuestro país.
No obstante desde su asunción, la reforma agraria, la redistribución de tierras y la desactivación de latifundios, quedó postergada por la realidad de un proyecto de país, que desconoce de abruptas modificaciones al status quo local.
Mientras Argentina baja sus expectativas de producción de soja, en virtud de una denunciada “falta de rentabilidad”, Brasil crece en los mercados internacionales como proveedor de alimentos, de productos industriales y mejora ostensiblemente su participación en el mundo de los recursos petroleros detrás de la bandera de la exploración off shore de las plataformas marinas de su petrolera de bandera.
La cuestión ideológica de Lula, Evo, Cristina o incluso de Chávez, no se puede definir como antagónica, sin embargo, los resultados son ampliamente contrastables.
Lula absorbe, de la mano de una masa crítica que hace sustentable cualquier empresa, la mayor cantidad de inversiones para el continente.
Brasil, relega a nuestro territorio, el rol de proveedor de materias para las sucursales y filiales de sus empresas, devenidas en el último lustro en dueñas de la industria argentina de escala.
Lula sigue financiándose al 6%, generando inversión pública a la producción industrial, y cambiando “retenciones” por “cupos” que garanticen el stock interno, bajen los precios, eliminen la presión inflacionaria de los mercados en los comodities y explorando para aumentar reservas energíticas.
No fue hace mucho, que Brasil tenía que poner horario para abrir las heladeras, por su incapacidad de abastecer la demanda energítica, como nos pasó a los argentinos hace apenas dos años.
Los mercados en nuestro país gustan de hacer negocios con la plata del estado “bobo” que todo lo paga, pero este año ya han tenido un “escarmiento” con la política de baja del dólar, en represalia por el ataque especulador de Mayo pasado.
Ahora, financiándose con tasas 200% superior –Chávez mediante- recibió otro embate desde el sector financiero, con una baja en los bonos y una suba del riesgo país, que hace parecer que estamos al borde de una crisis financiera, con 30.000 millones en el banco y reservas por unos 17.000 millones extras en bonos, monedas y oro.

Fuente: infoban.com.ar