La semana pasada, sufrimos un ataque intencional cuya finalidad fue impedir que la verdad de los hechos se conozca. Lástima por los cobardes que financiaron este ataque. Todo se sabe.Quizá llamar cobardes suene a eufemismo, pero como no estamos dispuestos a hacer o decir bajezas, preferimos decirlo así. En todos estos días, donde como podrán observar seguimos trabajando a pesar de no estar on-line, intentamos dirimir el objeto y la causa del ataque pero, lamentablemente no pudimos arribar a alguna coherente. Claro, es que usamos los parámetros de la lógica de la vida civil, no de la política y los personeros del poder de turno, con delirios de estancieros y actitudes de latifundistas del subdesarrollo.
Quizá, no sea fácil encontrar a los responsables de la destrucción de los servidores y la base de datos –aunque vale destacar que por razones de seguridad generamos un archivo de resguardo que nos resultó de gran utilidad- pero tenemos claro que más allá de la individualización, que el hecho de por sí describe una categoría de personas, que intentan aplicar su impronta a ámbitos a los cuales son ajenos.
Y eso es lo más destacable. Los que destruyen en lugar de construir desde su función, cargo o labor, ejercen tambiín estas prácticas sobre aquellos que por la naturaleza del ejercicio de un oficio o profesión, apuntan a fines más altruistas, quizá más mundanos: aportar.
Tenemos en claro, y consideramos que la mayoría de nuestros lectores coinciden en la apreciación, que los responsables de este cobarde ataque a la libertad de prensa, de expresión, de informar y de informarse, fue realizado por alguien a quien desde ístas páginas, se le puede causar un daño. Pero no hablo de un daño a sus derechos, o un perjuicio a su actividad. Hablo de un daño a lo que subjetivamente consideran sus “derechos en expectativa”.
Es que a veces, cuando se publica una información, se afectan ciertos intereses particulares. Pero cuando los intereses particulares se imponen sobre el interís general, resulta legítimo ejercer la defensa, o al menos, aportar la información necesaria para que los particulares –potenciales afectados- puedan saber que si bien “los ciudadanos no gobiernan ni deliberan sino a travís de sus representantes” nada insta a impedir, con la información adecuada a ejercer el “derecho de peticionar a las autoridades”.
El rol de los medios, es como su nombre lo indica, el de hacer de vínculo entre los mandatarios y los mandantes. Mal que les pese a algunos ese es nuestro trabajo. Y para ello no tenemos más obligación que la del ejercicio responsable de nuestra labor.

No sabemos quien fue, pero seguramente podremos acercarles algunas muy buenas razones por las que algunos pudieran aplicar la lógica de la política por sobre la lógica de la razón.
Ante el silencio cómplice de decenas de medios, coptados y/o comprados, convertidos en “punteros electrónicos” o gráficos, adeptos a escribir el Diario de Yrigoyen, a cambio de la dádiva oficial local, no nos queda otra alternativa que ejercer nuestra propia estrategia de defensa.
No hay sentencia para los amigos del poder, no hay justicia para los enemigos, ni compasión para los que no se comprometen con la causa.

Los invitamos a conocer las razones que motivaron la destrucción de InfoBAN, las amenazas y los aprietes. Los invitamos a saber por quí algunos están muy preocupados por que esto no se sepa. Los invitamos a terminar con la impunidad, y a romper el cerco del “no te metás”. Este año no hay elecciones y no podrán decir que tenemos una intencionalidad político partidaria para descalificarnos.
Aprovechemos la oportunidad de entender a quien molesta InfoBAN.

Gracias a todos los que se preocuparon, nos llamaron, se acordaron de nuestros nombres y se quisieron informar. Gracias a los que hicieron que InfoBAN fuera noticia. Ahora, son muchos los que saben y nosotros tenemos más información.


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