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Mientras parte del sindicalismo complacientemente dormita y otra hace lo que puede , la clase política está embarcada en el proselitismo gozador. Los irrelevantes autodenominados opositores se deslumbran con los carguitos pour le gallerí que obtienen considerándolos grandes proezas mayores que las de San Martin o Belgrano y que a los simples mortales en absoluto les interesan porque estos saben que los mismos solo tienden a satisfacer su intrascendente arrogancia. El oficialismo por su parte avanza de manera enfermiza sobre las estructuras buscando consolidar poder a cualquier precio con un objetivo preciso; ser reelecto en 2023.

Así caminan unos y otros que son los mismos tomados de la mano, de acto en acto, de provocación en provocación, para precipitar acontecimientos en búsqueda de la reacción liberadora que genere una nueva función o entretenimiento mostrando algo insignificante trivial o vació y ocultando el verdadero interés encubierto. Si cierta provocación no funciona, entonces los formadores de opinión pagados se sentaran a diagramar otra; téngase presente que la única fuga posible para muchos hoy es solamente hacia adelante. Y así en este patético escenario aparecen palabristas profesionales a sueldo como Leandro Santoro -representante de la causa radical de los desposeídos- que de la lucha contestataria y acusadora de cómo se contrajo la deuda, ahora la legítima simplificando la ecuación trasladando sobre las espaldas del pueblo argentino la fraudulenta deuda contraída con el FMI afirmando que cada argentino le debe 1000 dólares al fondo.

Lo dramático es que la sociedad vencida y quebrada en su voluntad se conforme sin decir nada con estas estériles e improductivas cosas tanto para el pueblo que trabaja como para la república.

Los griegos antiguos la denominarían a esta etapa como el Kairos o sitio de la oportunidad en donde siempre se juega un papel decisivo en las situaciones como las presentes de carácter imprevisibles para garantizar el éxito de un objetivo que aun que sea malo, es el deseado; en si, el Kairos es el momento adecuado para hacer algo independientemente de que este sea horrible o nefasto.

¿Será este el momento de firmar acuerdos con el FMI sin revisión que legitimen inmoralidades pasadas y de avanzar sobre la eliminación de derechos del sector del trabajo como las indemnizaciones, la prohibición de despidos, las vacaciones pagas o los aguinaldos como muchos pregonan? ¿Será también el momento de eliminar puestos de trabajo, de reducir jornadas laborales congelando los salarios para poner en orden las cuentas públicas y reducir así el déficit fiscal?

La vieja frase ni vencedores ni vencidos parece ser para muchos una cuestión que quedo en el tintero a pesar de décadas de enfrentamientos todavía sin resolver. La teoría de los opuestos es la predilecta de la mediocre dirigencia política argentina.

La conjetura de los contrarios o de los opuestos, concibe que en la naturaleza todo está formulado en una tensión provocada adrede que se genera entre opuestos. Así, la riqueza es contraria a la miseria, la vida a la muerte, las patronales contra los obreros, la clase política contra los pueblos, etc.

Todas las cosas parecen tener su contrario y la beligerancia es la reina de todos los actos que asegura el caos deseado por las clases dirigentes. Como diría Heraclito de Efeso, la lucha entre los contrarios es el principio universal que gobierna todos los reinos del ser. Una Argentina con 40% de pobres, con 45% de alumnos que abandonaron la escuela post pandemia, amerita un serio replanteo que nos saque de esta trampa cíclica y perversa que tanta frustración genera.

(El autor es secretario general del Sindicato de Municipales de Vicente López)