El costo de la pandemia por el  COVID-19 ha provocado un retroceso del progreso a escala mundial, ha ahondado la sumisión en la pobreza de gran parte de la población mundial, promovido una mayor desigualdad, erosionado el tejido social y distorsionado los procesos de colaboración mundial.

Las ramificaciones incluyen una pérdida de más de 500 millones de puestos de trabajo en el año 2020. https://data.worldbank.org/indicator/SL.TLF.TOTL.IN

El colapso de pequeños y medianos emprendimientos es también un retroceso en un mejor dinamismo de mercado, las PYMES son en definitiva las mayores creadoras de puestos de trabajo.

Las consecuencias post pandemia que se avizoran son diminución de oportunidades de progreso para una gran parte de la población, en especial los jóvenes, un aumento de la brecha digital que alimenta una mayor inequidad de niveles de ingresos, inestabilidad en el sector económico y en el mundo empresario en general.

Como correlato  la aparición de la pandemia ha acelerado la cuarta revolución industrial con mayor dependencia de la tecnología, aceleración de la automatización de procesos, dependencia digital, manipulación de la información, necesidad de nueva normativa  sobre la aplicación de tecnologías tales como la inteligencia artificial, uso de algoritmos por parte de prestadores y jugadores  en internet y necesidad de educación y acceso digital para los diferentes grupos etarios.

La brecha digital encuentra su punto más ríspido en los sectores  jóvenes de la sociedad, así mientras a ciertos el uso de nuevas herramientas digitales les abre oportunidades de trabajo, educación y esparcimiento a un número mayor los confronta con la imposibilidad de acceso en condiciones de equidad, con desafíos educativos que los sitúa en  precariedad económica y   erosiona su autoestima, la derivación en una mayor incidencia colectiva en enfermedades mentales no está muy lejos en ese derrotero.

Si bien la pandemia ha puesto en crisis a todas las generaciones, el sector de mayor vulnerabilidad y con barreras de acceso creciente es el de los jóvenes, el incremento de la brecha digital puede promover una mayor falta de igualdad de oportunidades entre trabajadores educados digitalmente y aquellos que no tienen acceso a trabajo remoto o carecen de las herramientas y conocimientos adecuados.

Llegado el segundo mes del 2021 las múltiples vacunas alientan un principio de recuperación del COVID-19, para poder sortear los nuevos desafíos de desandar la brecha generada se deben explorar nuevas formas de interacción en asociaciones  público privada, alentando una mayor coordinación y acceso al financiamiento, si algo nos ha dejado la crisis es la convicción que solo trabajando en conjunto se puede emprender un camino de recuperación sustentable.

En ese sentido el foco para revertir el desaliento en que se percibe han ingresado los jóvenes en general es mejorar la comunicación con este sector, explorar nuevas formas de reingreso de quienes han abandonado procesos educativos, promoción de su ingreso a sectores laborales con regímenes de incentivos duales para el trabajador y la empresa, mejor coordinación con el sector privado tecnológico, universidades, establecimientos educativos secundarios y terciarios con el fin de encender en aquellos que se sienten excluidos la importancia en su inclusión en el proceso del progreso de la sociedad.

Una sociedad que no centra su esfuerzo en la educación e integración de niñas, niños y jóvenes  se encuentra condenada a su fracaso, este es parte del desafío que debemos emprender, es esta generación la que heredara nuestros muchos errores y algunos aciertos.

Gonzalo Fuentes y Arballo. Director de la Asociación de Estudios Populares (ACEP)